Como resultado de estos procesos obtenemos:
Recuperación de las papilas dérmicas: con restitución del flujo sanguíneo, y recuperación
del grosor de la piel.
Estimulación del fibroblasto a la neocolagenogénesis: en otras palabras estimulamos la
generación de nuevo colágeno y nueva elastina, y obtenemos de esta forma una
reducción de las zonas flácidas.
Recuperación de la conformación espacial de las proteínas: recuperamos proteína
dañadas por procesos tanto extrínsecos como intrínsecos.
Remodelación de la arquitectura del tejido conjuntivo: con lo cual mejoramos la
percepción de arrugas o surcos haciéndolas más suaves y en algunos pacientes logrando
una remisión total de la misma.
Si recordamos los efectos que producía el envejecimiento sobre la piel nos damos cuenta
que este tratamiento los revierte:
Piel seca: la estimulación de las glándulas sudoríparas y sebáceas por el calor, unidas a la
remodelación de las papilas dérmicas devuelve la función glandular de la piel.
Piel fina: se remodela por la restitución del flujo sanguíneo, revertiendo la situación de
atrofia.
Arrugas y surcos: se hacen más suaves hasta desaparecer debido a la remodelación que
se lleva a cabo sobre la arquitectura de la piel.
Flacidez: al recuperar el colágeno y la elastina dañada, y estimular la formación de nuevo
colágeno se vuelve la piel más turgente, eso acompañado del aumento del grosor de la
piel y la recuperación de la humedad perdidas nos llevan a la remisión de la piel senil, con
una piel de aspecto joven.
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