Dolpass
Aunque la terapia electromagnética se utiliza en Italia en los hospitales y en otras
estructuras especializadas sólo desde hace una decena de años, es necesario precisar que los
primeros estudios sobre los efectos de esta terapia se realizaron en 1900, cuando el médico
ruso Danilewski comenzó a analizar en profundidad los efectos biológicos de las ondas
hertzianas sobre las células y el sistema nervioso. Más adelante, esta investigación fue
retomada y profundizada por el francés D'Arsonval.
En 1940, otro ruso, Lakoski, trató algunos casos de tumores malignos con AF (ondas de
alta frecuencia) de Impulsos y, en los años cincuenta, los japoneses Fukada y Yasuda, y los
americanos Basset y Pilla intensificaron sus estudios para comprender la influencia de estas
ondas electromagnéticas sobre las proteínas y el colágeno.
En 1970, el físico francés Fellus revisó, siguiendo las teorías más modernas, la acción de la
AF y descubrió como las ondas electromagnéticas aumentan el potencial eléctrico de las
células y mejoran la cinética enzimática, aceleran los tiempos de reparación de los tejidos y
huesos, produciendo una beneficiosa acción antiedema, antiinflamatoria, anestésica y como,
además, mejoran el estado del sistema nervioso, neurovegetativo y vascular, reduciendo la
viscosidad de la sangre, aumentando la oxigenación y atenuando los dolores, los estados
inflamatorios y hasta produciendo una notable acción de sedación. En 1972, los doctores
Krauss y Lechner comenzaron a utilizar la terapia electromagnética con óptimos resultados,
descubriendo que de 100 pacientes tratados, el 90% había logrado una curación completa y el
otro 10% había mejorado notablemente.
Los equipos para terapia electromagnética generan campos electromagnéticos de alta
frecuencia (CEM) en los que la componente magnética es casi equivalente a la eléctrica. No
obstante la utilización de la alta frecuencia, estos campos electromagnéticos son atérmicos,
ya que la potencia se suministra con discontinuidad (Campos electromagnéticos de impulsos)
para permitir la dispersión del calor producido en los tejidos por la componente eléctrica.
Se basa en el principio que los elementos que forman el cuerpo humano son dipolos
electromagnéticos que pueden ser afectados por la presencia de un campo magnético externo.
El estado energético de estos dipolos se altera en caso de enfermedad, introduciendo desde
afuera un campo electromagnético se puede reponer el equilibrio del cuerpo. Hoy sabemos
que las membranas celulares son prácticamente pequeñas "pilas" a las que se le ha medido
incluso la tensión suministrada: más exactamente, en las células nerviosas sanas, entre el
interior y el exterior, existe una diferencia de potencial de 90 mV; en las demás células, esta
tensión es de aproximadamente 70 mV.
Rev.n°01 del 25/03/06
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